Si la situación para las empresas es
difícil por la contracción del consumo, la falta de crédito y la
morosidad, aún se nos pone más complicada por la competencia
desleal.
En los últimos años han aumentado los
negocios ilegales de forma espectacular. Aparecen y desaparecen de un
día para otro dejando daños irreparables al tejido empresarial.
Suelen ser personas sin ningún tipo
escrúpulo que aprovechan la situación para obtener un beneficio
rápido. Dan de alta una hipotética empresa que en la mayoría de
los casos no tiene más empleados que el propietario, comienzan una
actividad clandestina, con trabajadores sin dar de alta o dándolos
unas horas o algún día, venden sin facturar el IVA, compran al “ya
te veré”, y mientras dura los beneficios son espectaculares.
En nuestro sector, la construcción y
equipamiento deportivo, este modelo de negocios ha crecido “como
enanos”. Un ejemplo muy significativo está en la fabricación de
equipamiento deportivo, especialmente pistas de pádel. Es un deporte
de moda y en auge, y por ello las ventas se mantienen.
Todavía se
venden muchas pistas de pádel, pero quienes las fabricamos somos
cada día más.
La mayoría de los que se incorporan al
negocio lo hacen bajo la clandestinidad, no pagan impuestos, no pagan
cotizaciones a la seguridad social, los talleres no cumplen con la
reglamentación, en muchos casos utilizan materiales de baja calidad
y sin pagar el IVA, etc.
Algunos de ellos son cazados por la
inspección de trabajo o de hacienda, la mayoría no, pero lo cazados
no tardan en extinguir la sociedad y constituir otra semejante para
continuar el negocio. No hablo por lo que me cuentan sino por lo que
conozco.
Ante esta situación es muy difícil
competir para quienes tratamos de cumplir con la legalidad laboral,
fiscal y medioambiental.
No podemos producir, ni instalar una
pista de pádel con los mismos costes que estos negocios
clandestinos. A la hora de vender, al comprador, le importa poco si
cumples o no la legalidad, solo le importa el precio. Lo más
lamentable es que esto no solo pasa en el sector privado, también en
el público.
Nos esforzamos en competir, en vender
productos de calidad, productos certificados, etc., pero como no
podemos competir con el precio, se pierde la venta.
Esto está trayendo consecuencias muy
negativas para la salud empresarial. Algunos de los que hacían las
cosas bien caen en la tentación de empezar a hacerlas mal para ser
más competitivos, con la proliferación de la economía sumergida y
el perjuicio para toda la sociedad. Y quienes quieren seguir
haciéndolas bien corren un alto riesgo de morir por falta de
mercado.
Ante esta
realidad, ¿qué hace la administración? casi nada, al menos
efectivo. Nos dicen que denunciemos caso a caso. Nosotros lo hicimos
pero con poca o ninguna efectividad, a pesar de que, me consta, los
funcionarios se esforzaron y empeñaron. Pero, lo que fallan no son
los funcionarios sino el sistema. No se trata de exigir más a los
empleados públicos, que en algunos casos también, sino de cambiar
el sistema de control.
El sistema se cambia hablando con cada
sector para conocer su realidad y su opinión, y trabajando de forma
coordinada administración, empresarios y sindicatos.
Por otras razones, que no vienen al
caso, viví este mismo problema, mucho más acentuado, en el sector
de la agricultura. La llegada masiva de inmigrantes propicio mano de
obra muy barata y clandestina en el campo. La economía sumergida
creció espectacularmente. La administración se sentó con los
sindicatos y empresarios y se pusieron en marcha medidas que han
resultado muy efectivas. No se ha erradicado la economía sumergida
en un sector tan complejo con el agrícola, pero se ha avanzado
mucho.
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